Tío Cornelio: piensa que la Marihuana vuelve marico a los hombres y putas a las mujeres. Cuando habla sobre la marihuana siempre se aferra al cuento del vecino que fumaba marihuana todos los días y se convirtió en rolo e’ marico, concluye el cuento con que se la pasa en la Avenida Bolívar repartiendo culo para poder comprar droga. Para el tío Cornelio sus peores enemigos son; la droga y la homosexualidad, se jacta diciendo que en su familia nunca ha existido un marico o un drogadicto, como si se tratase de un gran logro familiar. Su hijo Rodolfo cuando iba a perder su virginidad con un hombre se recordó de la frase de su padre “En la familia nunca ha existido un marico porque la homosexualidad es un enfermedad del ADN”, fue el hermano mayor de mi papa.

Tía Rosana: “La marihuana es la hierba del diablo y es por eso que vuelve loca a la gente” esa es la conclusión fundamentalista religiosa de la tía Rosana, que en realidad es la del Padre Betancourt pero que deliberadamente la robó para hacer de ella su contundente defensa ante cualquier sin oficio que se atraviese a discutir con la vieja Rosana sobre la marihuana. La tía Rosana nunca fue feliz, nunca tuvo novio, ni marido ni hijos, vivía era pendiente de los demás, su gran amor siempre fue la crítica destructiva, se llenaba de una satisfacción nunca antes estudiada en ninguna Universidad de la Ivy League, cuando lanzaba un chisme que traía consecuencia irreparables entre las personas afectadas, una delicia de mujer, fue la hermana mayor de mi papá.  

Tío Fulgencio: fue el encargado de convencer a toda la banda “el amanecer apureño” de que expulsaran al bajista porque en varias ocasiones apestaba a marihuana, “esa vaina te vuelve loco” expresaba cuando hablaba del tema, tambien decia cosas como “mientras más lejos uno esté de esa vaina mejor”, ojala hubiese aplicado su consejo pero en vez de la marihuana su gran problema era el alcohol, era un borracho empedernido, moriría a los 60 años de cirrosis hepática causada por alcoholismo crónico. 

Papá: él nunca se ha drogado en su vida, y está convencido que la marihuana “echa a perder” a las personas. 

Mamá: piensa lo mismo que papá, y para meterme miedo sobre la marihuana siempre me echa el mismo cuento del hijo de los Pocaterra que estudiaba en los Estados Unidos, y unos amigos gringos lo incitaron a fumar marihuana, echándose a perder para luego no servir para nada. 

Primo Julio Cesar: ¿cómo describir a Julio Cesar? Coño la verdad es que es difícil, porque el tiene la excelente habilidad de generar un rechazo rotundo en las personas, como también la capacidad de sacar de quicio hasta un monje budista, su mala vibra puede ser detectada a kilómetros de distancia, es machista, homofóbico, llorón, obsesionado con el dinero, no tiene personalidad y ni sentido del humor, Kim Jong-un tiene más carisma que mi primo, coño como me cuesta llamarlo así; primo, ¿pero que se le va a hacer? al final es mi primo, y si que es verdad que tiene un buen corazón. Ahhhh y sobre la marihuana, la odia dice que pone lento a la gente, prefiere emborracharse todos los días y ponerse detestable. 

Primo Rodolfo: excelente persona, casado con su pareja en Buenos Aires, es odontólogo y adicto al fitness; su cuerpo es su templo, es por eso que ni alcohol consume, solamente fumó marihuana la primera vez que la probamos juntos y más nunca la volvió a probar. Casi no hablamos, intercambiamos algunos likes y mensajes por Instagram, pero estoy seguro que sigue siendo la misma extraordinaria persona con la cual me crié. También detesta a Julio Cesar como el 99.9% de las personas que han tenido la desdicha de conocerlo. 

Primo Antonio: más que primo, es como mi hermano, ese hermano que nunca tuve pero que no me hizo falta porque ahí estaba él para ocupar ese lugar. Es como yo; nos encanta fumarnos un buen porro en los días que son requeridos. El vive en Madrid, trabaja como Project Manager en una reconocida Farmacéutica, nos vemos dos veces al año, yo lo visito en Madrid y luego él me visita en Hamburgo. Antonio es uno de los primos que más sentía rechazo por Julio Cesar, pero por cosas del destino la relación ha mejorado un poco (5%), ambos cayeron en Madrid por ese destino caprichoso antes nombrado, y gracias a ese 5% de mejoría en la relación de ambos como también a la lastimosa situación en la que se encontraba Julio Cesar (su filosofía de vida; ser millonario sin trabajar) hicieron que Antonio le propusiera un emprendimiento de cervezas artesanales, el cual es un completo desastre, rozando la quiebra, Julio Cesar se las bebe todas.

Primo Pablo: alto marihuanero, aunque ya no tanto, porque ya está viejo y con familia. No lo veo porque vive en Chicago, montó un restaurante de comida venezolana y le va muy bien, una vez salió una reseña en el Chicago Tribune colocándolo como entre los mejores restaurantes internacionales de la ciudad, ese día lo llamé para felicitarlo, me contó que ya casi no fumaba, que a veces un vecino colombiano que sembraba le regalaba un poquito, luego hablamos de las historias de la infancia, nos cagamos de la risa, y también hablamos mal del sapo de Julio Cesar como siempre. 

Recuerdo como si fuera ayer esa tarde de semana santa. Estábamos Julio Cesar, Rodolfo, Antonio y yo solos en la casa de Rodolfo, todos nuestros padres estaban en el cumpleaños de un amigo de la familia a la cual nosotros no estábamos invitados. No había nadie en la ciudad, todos nuestros amigos estaban en Margarita, y nosotros como siempre de traga moscas nos quedamos en la ciudad aburridos. En algún momento de esa tarde, cuando ya estábamos a punto de morirnos del aburrimiento, sale Julio Cesar y con un tono de Amador Bendayán “miren lo que tengo aquí!!!” cuando nuestras miradas se enfocaron en Julio Cesar, este saca su mano derecha de la espalda como cuando un novio le trae flores a su novia querida, era un porro inmenso, lo elevó al cielo como si fuera una hostia para ser bendecida por nuestro señor Jesus Cristo. Julio Cesar tenía el empeño de probar la marihuana porque la chica que le gustaba fumaba marihuana, estuvo varias semanas convenciendo a Pablo para que le consiguiera un porro, Pablo dudaba en dárselo porque todos conocíamos lo sapo que era Julio Cesar, y que lo podía meter en problemas con la familia. 

“Vamos a darle !!!” – dijimos todos como un coro góspel.     

Julio Cesar se emocionó y se fue corriendo a la cocina a buscar un encendedor, al volver a la sala nosotros estábamos de pie esperándolo. Julio Cesar se llevó el porro a la boca y en el tercer intento el encendedor se prendió, acercó la llama y lo encendió, inhaló fuertemente haciendo la punta de este aun mas roja, Julio Cesar exhaló el humo mientras sonreía mirándonos con cara de sobrado, todos desesperados le pedíamos que lo pasara, con su mano derecha nos daba indicaciones para calmarnos, segunda jalada y Julio Cesar se puso morado y empezó a toser como si se fuera a morir, nadie le importó y Antonio le quitó el porro de la mano y con el mismo impulso se lo llevó a la boca, le dio tres jaladas y se lo pasó a Rodolfo a pesar de mi insistencia, en ese momento escuchamos el sonido de un auto llegar y nos quedamos en silencio expectantes, luego de unos segundos no se escuchó ninguna puerta abrirse y alguno dijo que era el auto del vecino y Rodolfo prosiguió dándole solo una jalada porque tenía miedo, y me lo entregó a mí, cuando me llevaba el porro a la boca escucho un “¿que coñoooooooooooooo significa esto? Toda la casa apesta a marihuana!!!” gritaba mi tío Cornelio, detrás de mi tío estaban mis padres y mis otros tíos con caras de que querían matarnos. Mi tío Cornelio se me enfrentó y me gritaba “¿De dónde has sacado esa vaina carajito del coño?”, yo guardaba silencio hasta que Julio Cesar rompió a llorar como una niña de 13 años y a gritar “Nos lo dio Pablo, Pablo nos lo dio”. Mi tía Rosana lloraba como si se había muerto algún familiar, y mi tío Fulgencio gritaba “Voy matar a ese coño e’ su madre”. Mi papá me cogió por el cuello y me jaló en dirección al auto para irnos mientras Julio Cesar seguía llorando y diciendo cosas como “Siento que me voy a morir, necesito ayuda, llévenme al hospital por favor, Diosito era solo una jalada no quiero morir”. A Julio Cesar lo llevarón al hospital, unas enfermeras gordas y viejas lo bañaron en un tina de agua caliente, le dieron bastante agua con azúcar y luego lo enviaron a casa. A Pablo le prohibieron la entrada a las casas de todos los primos y estuvo castigado por meses, se pueden imaginar como el cariño de Pablo hacia Julio Cesar creció. 

Ese mismo año en Diciembre, me encontraba solo en casa, mis padres habían ido a Miami a visitar a mi hermano y yo por estar castigado no había ido. Recuerdo que sonó la bocina de un auto y al asomarme por la ventana vi el auto de Pablo, bajó el vidrio y me saludó con un “Feliz Navidad primo, ha llegado San Nicolás, sal“, al acercarme al auto Pablo me entregó una bandeja con un brownie diciendo “disfrutalo, me han dicho que no pudiste fumar ese día”, yo encantado de la vida acepte ese gesto de mi primo. Al entrar a la casa fui directo a la cocina en busca de un cuchillo para picar un trozo, cuando pique un buen pedazo, antes de llevármelo a la boca para darle el primer mordisco me dije “al fin voy a probar esta vaina” y me deseé un feliz viaje, me comí todo el pedazo y me fui al cuarto, coloque el disco de Pink Floyd – Dark side of the moon porque siempre se ha hablado de escuchar ese álbum fumado, cuando iba por la 8va canción Any Color You Like empecé a escuchar esos sintetizadores espaciales interrumpidos por esa guitarra de Gilmour que llorando rompía el ritmo, oficialmente ya estaba drogado, que buen viaje, cerraba los ojos y veía luces cada vez que Mason golpeaba la batería, luces blancas cortas y luces largas de colores con los sintetizadores de Wright, y de repente en pleno show de luces sonó el timbre, al asomarme era el fastidioso de mi tío Cornelio, “coño de la madre” me dije con una furia incontrolada, me calme un poco y fui a abrirle. 

“Epa carajito, pasó por aquí para echarte un ojo ya que estás solo y se lo prometí a tu papá” – decía mientras entraba por la puerta principal. 

Lo veía como en cámara lenta, y me veía con una mirada desconfiada “¿estas bien carajito?”, si si le respondí yo, queriendo que se fuera inmediatamente le dije que me iba a bañar, y el me dijo un simple “dale pues, yo me voy a beber una cerveza, espero que tu papa tenga algunas en la nevera”. Así que me fuí a bañar, cogí el reproductor, lo metí en el baño y puse un cd de Grateful Dead que había dejado mi hermano. Me olvide de mi tío ladilla, y fue otro viaje increíble, me sentía en Ashbury en los 60s, al rato sentía que mi tío me tocaba la puerta del baño diciendo que ya se iba, sentí un gran alivio, al salir del baño decidí ir por otro pedazo de brownie para ponerme a ver una película, cuando baje a la cocina me percate que en la bandeja del brownie ya no quedaba nada, mi tío Cornelio se había comido todo lo que quedaba de la bandeja, eso era como tres pedazos más de lo que me había comido y sumandole las dos cervezas que se había bebido, “vaya viaje que se va a mandar mi tío” lo pensé y me cague de las risas. 

Luego me enteré que mi tío esa noche llegando a su casa reventó un neumático del auto contra una acera, y que cuando estaba cambiando el neumático de unos matorrales vio salir a una mujer vestida de blanco que gemía unos llantos agudos horribles, mi tío se cagó en los pantalones y empezó a correr a su casa, cuando mi tía le abrió la puerta mi tío se había meado en los pantalones y le aseguraba que había visto a la Sayona y que esta empezó a perseguirlo. 

Escrito por

Arturo Izaguirre